Turquía acaba de descubrir la segunda mayor reserva de tierras raras del mundo.

Uno de los grandes quebraderos de cabeza de los fabricantes de vehículos eléctricos es la dependencia de las denominadas tierras raras, un grupo de elementos químicos clave para el sector.

Aunque en conjunto no son tan escasos como insinúa su nombre, su cadena de suministro sí está limitada, la demanda y precio al alza y a menudo están marcados por la dependencia de China, lo que les confiere un valor geopolítico. Para completar el cuadro, juegan un papel estratégico.

Ese complejo panorama podría redibujarse sin embargo en los próximos años.

Turquía acaba de anunciar el hallazgo de una enorme reserva de tierras raras en el distrito de Beylikova, en Anatolia Central, que le permitirá hacerse un hueco crucial en el sector. Los cálculos del Gobierno —desgranados por su ministro de Energía, Fatih Dömnmez— apuntan que suma “694 millones de toneladas de elementos de tierras raras”, lo que lo convertiría, destacan, en la segunda mayor reserva del mundo, solo por detrás de Bayanoba (China), con 800 millones de toneladas.

Lo que es raro siempre es valioso. El acceso no resulta sencillo porque no se encuentran en todo el mundo. Hablamos de materiales utilizados en productos tecnológicos altamente estratégicos: industria aeronáutica, defensa, espacial, biomédica… Se emplean en muchas áreas”, destacó.

En una primera fase el Gobierno espera procesar 1.200 toneladas anuales, aunque su objetivo final va mucho más allá. “Procesaremos 570.000 toneladas de mineral al año. De este mineral procesado obtendremos 10.000 de óxido de tierras raras. Hablamos de 72.000 toneladas de barita, 70.000 de fluorita, 250 de torio”, señala Dömmez: “Quiero subrayar especialmente el torio, elemento que nos ofrecerá grandes oportunidades y como combustible en las nuevas tecnologías nucleares”.

La nueva reserva de Beylikova incluye 10 de los 17 elementos que componen el grupo de las denominadas tierras raras. Además de esa variedad y abundancia, otra de las grandes ventajas del yacimiento es que el mineral se encuentra relativamente cerca de la superficie, a entre 50 y 100 cm, lo que facilita su extracción. “Por lo tanto, sus costos serán mucho más bajos”, celebra el ministro.

Lo que no perfiló en detalle Dönmez es el calendario que maneja el Gobierno de Erdoğan para el pleno funcionamiento de la reserva. Únicamente deslizó que la instalación piloto para trabajar en la zona se completará en el plazo de un año. Para que arranque la construcción de la planta de producción industrial habrá esperar a que se concluyan las labores de estudio e I+D.

La vista está puesta en la industria nacional turca, pero también en el jugoso mercado internacional. “Tendremos la oportunidad de exportar”, deslizó el ministro. Una de las regiones que podría beneficiarse del nuevo escenario y reducir su dependencia de China es Europa.

En el cajón de las tierras raras —etiqueta algo confusa, ya que, como señala el Colegio Oficial de Geólogos, no se trata realmente de “tierras”— se incluyen elementos como el escandio, itrio, cerio, lantano, praseodimio, tulio, iterbio o samario, con múltiples y sobre todo valiosas aplicaciones en la industria tecnológica. Su papel es clave en el desarrollo de motores eléctricos, la elaboración de herramientas astronómicas o auriculares, altavoces, disco duros, ordenadores y sensores.

Aunque en el sector de la automoción eléctrica, por ejemplo, ya se aprecia un intento por limitar la excesiva dependencia de este tipo de elementos, lo cierto es que se prevé que la demanda continúe al alza a lo largo de los próximos años. La consultora Adamas Intelligence calcula por ejemplo que el consumo mundial de tierras raras para imanes ascenderá a unos 15.700 millones de dólares en 2030, lo que multiplicaría casi por cuatro el volumen que se registraba el año pasado.