¿Por qué a los extranjeros les gustan las chinas feas?

En China, salir o estar casado con una nativa puede ser una experiencia llena de contradicciones. Por un lado, es cierto que los rostros pálidos gozamos de una especie de efecto halo en versión racista por el que se nos atribuye toda clase de superpoderes económicos, culturales y sexuales.

Sin embargo, ese valor añadido se paga bastante caro; primero, con la mala baba que genera entre los varones heterosexuales, y segundo, con el supuesto riesgo de acabar junto a una mujer que no encaja con las expectativas estéticas de la sociedad china.

Y es que, nos suene extraño o no, la verdad es que los hombres llegados de Occidente tenemos fama de emparejarnos con féminas que no cumplen precisamente con el ideal de belleza local.

Hace cerca de un año, Xu Xiliang, escritora de temas de belleza, volvió a llamar la atención sobre esta cuestión con un sonado artículo en el que explicaba el peculiar gusto de los europeos o norteamericanos reivindicando nuestra supuesta preferencia por mujeres con algo más que simple apariencia y criticando la superficialidad que impera en los patrones de selección de la cultura tradicional china.

Desgraciadamente, es cierto que la China conservadora no valora demasiado la inteligencia o la personalidad como rasgos destacados de una mujer, ¿pero acaso no ocurría y ocurre lo mismo entre los sectores más carcas de nuestras sociedades? Vale, también es verdad que buena parte de los hombres chinos se espantan con solo imaginarse junto a una mujer de mayor nivel educativo, pero no creo que su supuesta obsesión por las apariencias explique por sí sola la supuesta falta de gusto de sus competidores occidentales.

Fuera como fuese, lo curioso de este caso es que ni a Xu Xiliang ni a los millones de chinos que opinan como ella les entra en la cabeza que un extranjero se pueda sentir atraído por la apariencia de una mujer a la que la mayoría de la población consideraría simplemente “fea”.

Sin embargo, tal y como apuntaba otro columnista de Hong Kong, es muy posible que nuestras desconcertantes preferencias tengan algo que ver con las actrices que Hollywood ha venido eligiendo para representar el mundo asiático, muchas de las cuales son prácticamente una antítesis del canon de belleza local.

De ser así, la pregunta a formular no sería tanto por qué nos gustan las chinas feas, sino hasta qué punto pueden los medios de comunicación hacer que deseemos o nos excitemos con una figura que despertaría respuestas muy diferentes en otro contexto cultural.

En mi caso, recuerdo que, desde mi niñez, siempre había tenido ideas bastante sólidas sobre cómo son las mujeres de buen ver y siempre me habían atraído el tipo de caras que encajan entre los cánones de belleza occidentales. Sin embargo, cuando me fui a vivir a China y me vi rodeado de rostros con rasgos significativamente diferentes, fue como si mi cerebro hubiese formateado el espacio reservado a los patrones para distinguir a las chicas guapas, y recuerdo que, efectivamente, mis amigos chinos se extrañaban por el tipo de gustos que comencé a desarrollar.

De hecho, y aunque suene a tópico, lo cierto es que al comienzo no era capaz de distinguir demasiado bien las caras locales, y me costaba mucho acordarme de ellas, quizás porque los rasgos en los que me solía fijar ya no me aportaban información fiable para realizar un catálogo mental.

A medida que fui avanzando en esta especie de re-socialización estética, es decir, después de procesar cientos de imágenes de lo que se supone que me debía gustar, y tras escuchar decenas de comentarios sobre las características más deseables, comencé a sentirme más atraído por el tipo de mujeres gustaban a la mayoría, lo cual resulta un claro problema, porque dichas mujeres son mucho más escasas o simplemente inexistentes en la realidad.

Además, lo paradójico de todo esto es que a los chinos les bombardean con chinas de tez clara, nariz más bien alta y ojos grandes, características habituales entre las mujeres europeas o norteamericanas pero poco comunes en China, mientras que en Europa y Norteamérica las estrellas chinas muestran rasgos que resultan más bien corrientes en el gigante asiático.

Dicho de otro modo, tanto el americano que adora a Lucy Liu como el chino que sueña con Fan Bingbing lo tienen igual de difícil para conocer a una chica de apariencia similar, y aunque decidiesen probar suerte intercambiando país, lo más probable es que acabasen junto a mujeres que pasarían desapercibidas en la multitud.

Por cierto, a los chinos también les cuesta mucho diferenciar nuestras caras al principio, y también pasan por el mismo proceso de formateo cerebral cuando se ven rodeados de blancuchos, aunque ellos tienen la “ventaja” de  que a China sí llegan nuestros cánones de belleza, por lo que llegan más o menos orientados, mientras que en Occidente seguimos empeñados en ignorar a las guapas y guapos asiáticos preferidos por los propios asiáticos.

Ahora bien, vengamos de donde vengamos y vivamos donde vivamos, parece que siempre va a haber un montón de gente ansiosa por limitar el tipo de caras que nos pueden gustar, y a la mínima ocasión aprovecharán para desterrarnos a la injusta y arbitraria categoría de los difíciles de mirar.