El modelo económico predominante siempre ha sido lineal: se toma la materia prima, se transforma en un producto para usar y, después, se desecha.
Ha sido un modelo que ha funcionado durante mucho tiempo y que, al menos en parte, nunca desaparecerá. Pero también es un modelo que, por su constitución, conlleva malgastos: una característica que, vista la escasez de recursos, impone un cambio de perspectiva. Por este motivo, cada vez más se habla de «economía circular».